lunes, 7 de abril de 2008

Latitud


-La conocí en un bar, en un puerto del Pacífico este. Ese día teníamos permiso en tierra y los compañeros y yo tomábamos unas cervezas para celebrar que pronto volveríamos a casa. Habíamos bebido bastante. Como el camarero tardaba me acerqué a la barra a pedir. Mientras esperaba me di la vuelta y la vi sentada junto a la entrada. Llevaba una rebeca roja y una blusa blanca muy limpia.
-¿Y usted señora Brown?-preguntó el periodista-. ¿Qué recuerda de aquel día?
El periodista vio el perfil del marido. Miraba con atención a su esposa, a su izquierda, junto a él en el sofá.
-Bueno, señor. Ya le ha dicho mi marido donde fue. Recuerdo que habían estado montando mucho alboroto. Se les veía en la penumbra, al fondo del bar. Creo que su luz estaba fundida. Habían levantado varias veces las jarras para brindar. Recuerdo que el camarero casi se resbala una de las veces de lo mojado que estaba el suelo. Yo no le vi hasta que me llamó. Recuerdo que había estado lloviendo y había quedado una tarde preciosa. Yo apuntaba algunas cosas en unas servilletas. ¿Verdad Dan? Tonterías supongo. Luego él se me acercó, me manchó la blusa. Pero luego estuvo encantador. Linda miró a su esposo y éste le devolvió una tierna sonrisa.
El periodista trabajaba para el diario local desde hacía poco. Estaba encargado de las sección “Matrimonios Dorados “. Entrevistaba a matrimonios de Smithville. Matrimonios consolidados por varias decenas. Matrimonios estables, familias felices.
-Yo siempre fui un culo inquieto -comenzó el hombre de nuevo-. En realidad nací en Tennessee, pero una vez que vi el mar supe que era lo mío. Sin fronteras. No quería pasarme la vida en un campo de maíz. Así que cuando pude me embarqué. Alejandría, Barcelona, Nápoles, Río de Janeiro, Bangkok…sí, señor Johnson, he navegado por todo el mundo. Pero ya sabe, siempre hay alguien que le corta el vuelo a las águilas -sonrió a su esposa y le guiñó un ojo. Ella le devolvió una sonrisa con cariño.
El periodista le interrumpió y habló la señora Brown. -Bueno, yo estudié en la universidad, mis padres podían permitírselo. Después llegó la loca juventud. Usted aún es muy joven para saberlo. Me metí en el Circo Americano e hicimos una larguísima gira por Asia. Actuábamos a veces para los marines. En Manila conocí a Dan.
Ella era una mujer delgada. Conservaba aún un culo respingón. Un corto flequillo le caía por la frente, y por los lados, cuadrado, le tapaba las orejas. Parecía un corte para disimular el tamaño de su cabeza, que quizás llamaba más la atención de lo que ella deseaba. Él parecía haber sido un tipo atractivo. Pero ahora en vano intentaba disimular cierta calvicie con un extraño peinado. Tenía algo de papada y se movía demasiado torpemente para su edad. Eso sí, tenia una penetrante mirada azul.
-Sí. Recuerdo nuestra primera cita. Fui a buscarla al circo. Llegué antes de la hora, y pensé en echar un vistazo por ahí. Ensayaban en la carpa central. El túnel que conectaba con la arena de la carpa estaba desenganchado, así que pude entrar por el acceso por donde llegaban los animales, ya sabe, los tigres, elefantes, y todo lo demás. Subí la pequeña cuesta de arena y me la encontré allí girando alrededor del círculo de la carpa.
- Estaba ensayando un número. Estaba de pie sobre el lomo de un caballo blanco-intervino ella.
-Sí, como haciendo un Cristo, ¿sabe señor Johnson? -dijo él-. Sentí el impulso de decirle: Eh. ¡Tú! Bájate de ahí -miró a su esposa con cariño-. Yo me puse nervioso. Recuerdo que empecé a agitar los brazos y que algunas de las margaritas del ramo empezaban a caer a mis pies.
-Pero yo te sonreía desde que te vi entrar, cariño
-dijo ella.
-Sí cariño.
Ella se levantó y cogió la bandeja que estaba sobre la mesa camilla que había entre el periodista y ellos. El periodista se encontraba a más altura que el señor Brown. A pesar de que el señor Brown era más alto se encontraba hundido en el sofá, mientras que el periodista se mantenía erguido al respaldo de la silla.
-¿Más té? -le pregunto la señora. El periodista contestó que no y se giró un poco para seguir sus pasos hacia la cocina. Se fijó en las paredes. Habían pasado de blancas a un blanco más bien pardo. A su izquierda había un marco que contenía hojas de pasaportes selladas en muchos países. Un poco más atrás, bajo una pila de revistas había un libro. La televisión, sin volumen, seguía encendida.
Cuando giró la cabeza el señor Brown le estaba mirando fijamente, parecía estar escrutándolo.
-¿Sabe señor Johnson? Los artistas son gente curiosa, no saben lo que quieren. Volvió a mirar al periodista por unos segundos. Esperó y gritó: -Cariño, ¿puedes traerme a mí una cerveza?
-Cuando abandoné el puerto ella se quedó durante unas semanas en Filipinas. Nos escribíamos constantemente. Me insistió y me insistió, pero yo nunca he sido un caso fácil. Al final consiguió convencerme. Más bien me dio un ultimátum, ya sabe como son. Pero al fin ambos lo dejamos y nos instalamos aquí. Sus padres vivían muy cerca. No fue fácil para nosotros porque ella había estado varios años sin hablarse con su padre cuando lo dejó todo para intentar llevar una vida bohemia.
El señor Brown se levantó con esfuerzo dijo algo de la humedad y los barcos y que iba al baño. El periodista tomaba notas cuando ella llegó. Ella aún estaba sacando los vasos y la lata de la bandeja y pasándolos a los posavasos cuando el periodista le dijo:
-Señora Brown. Me gustaría hacerle una pregunta.
-Dígame señor Johnson.
-¿Por qué?¿Por qué lo dejaron todo?
-Bueno señor Johnson
-hablaba sin levantar la vista de la bandeja-. Como habrá podido ver mi marido es un gran hombre. Después del accidente yo intenté convencerle por todos los medios. Él es un hombre de carácter, no le gusta que se apiaden de él.
-¿Que accidente señora Brown?
-Me extraña que no se haya dado cuenta, joven, siendo usted periodista.
-Este accidente señor Johnson
. El señor Brown aún no había cerrado la puerta del baño, con una mano terminaba de subirse la cremallera. La palma de la otra la tenía cara al periodista. Los dedos estaban extendidos, demasiado separados. Sólo había tres. Le faltaban el pulgar y el índice.
-Verá señor Johnson, fue cerrando una válvula. Un compañero no la había vaciado por completo. Solté la rueda y se me quedaron enganchados. Mis dedos salieron volando y chocaron contra la pared. Dejé un reguero de sangre tras de mí. Mi compañero no reaccionó, lo recuerdo bien. Yo estaba en shock, pero él no reaccionó. No pudieron hacer nada para recuperarlos. Yo era jefe de maquinas allá abajo, y me fue imposible continuar así.
-Luego nos vinimos aquí -continuó ella-. Aquí, en esta parte de Maine, el mar le coge demasiado lejos, pero él nunca se ha quejado. Le dirigió una tierna mirada a su marido. -Mi padre se portó muy bien, y bueno, ya luego llegaron los niños y todo lo demás, ¿verdad Dan?
-Nuestros hijos viven todos en el oeste
–continuó el-. El mayor ha seguido mis pasos dijo, y sacó una gran sonrisa. Pronto me superará -miró hacia el marco con los pasaportes sellados-. Pero claro, los barcos de hoy en día no tienen nada que ver con los de hace treinta años. ¿Verdad, señor Johnson? Él incluso ha pisado la Antártida -esto último lo dijo asintiendo, botando la cabeza por un largo momento-. El mediano es gerente en una fábrica de conservas. Es el único que nos ha dado nietos, por ahora. Dos preciosos y rubios mellizos. Su mujer trabaja para una emisora de radio. La menor está haciendo un curso de…perdone señor Johnson, siempre olvido la palabra, flori… eso es cariño, floricultura. Estudió Filosofía.
-¿Se quedará usted un rato más señor Johnson? –añadió-. Aún tenemos muchas anécdotas que contarle ¿Verdad cariño? Como cuando Ben y yo os trajimos a ti y a Brenda ese enorme pargo ¿Recuerdas cariño? ¿Recuerdas que no cabía en la sartén y no sabíais como cocinarlo?. Ella asintió y le sonrió tímidamente.
-Sí señor Johnson, el nuestro ha sido un matrimonio muy feliz -miró a su mujer, buscó su mano en el sofá y la apretó.
El periodista les sonrió de manera boba, permaneció unos segundos y se levantó. Le estrechó la mano al señor Brown, inclinó levemente la cabeza a la señora y se marchó.