martes, 29 de enero de 2008

El ciclista

Hoy ha vuelto a seguirla. El ciclista, que en una ocasión fue segundo en el Tour de Francia, no ha podido resistirlo. Sabe que no está bien, pero lo hace por una cuestión de perseverancia: se ganará el amor de ella por meritos.
El ciclista es un hombre delgado, ha bajado de los sesenta kilos ( hay que recordar que era escalador ) y tiene las líneas de expresión de la frente muy marcadas. Viste de manera ligera y las suelas de sus zapatos están gastadas por delante.
Ayer estuvo más de una hora en un bar esperando a que saliera de casa. Estaba en la barra, y el camarero le llamó la atención por llevar allí tanto tiempo sólo con un refresco. La barra estaba llena de botellines y vasos, vacíos o casi vacíos. Cuando fue al baño temió perder demasiado tiempo y dejó la puerta abierta. Una señora pasó por delante. Le vio de pie, delante del urinario, y le comentó que debía cerrar la puerta.
A las cuatro y media, cuando sólo quedan un par de horas de luz, ha salido de su casa. El ciclista no ha perdido momento y ha salido tras ella. Sus manos sudan agarradas a ese folleto que no tiene tiempo de tirar. Ella vive en la parte más alta de la ciudad. Callejean rápidamente. Giran una vez a la izquierda y otra a la derecha. De nuevo a la izquierda. Los tacones de ella sortean los huecos de los adoquines mientras las suelas de él resbalan ligeramente en los más gastados. El ciclista ya está más cerca de ella que nunca, sus espesas cejas están sudadas. Pero, al cambiar de calle, la encuentra abrazada a un hombre. Se besan con pasión y cuando se separan un poco su broche con forma de flor se ha arrugado. Ella dobla el cuello para mirárselo, y él le levanta el mentón con dos dedos y le da un beso en los labios. La tarde ha sido estupenda para ellos, han ido al cine, a tomar un helado y han hecho el amor en casa de él. Quizás, quién sabe, hayan encargado comida de un restaurante a domicilio.
Minutos después del beso el ciclista habla con su mejor amigo desde una cabina. Éste le dice que han quedado todos, Chema, Blas y él mismo, que pasaran a recogerle. Los hombres andan con tranquilidad y de vez en cuando cantan canciones de anuncio en voz baja. Sus sombras miden varios metros proyectada en éste edificio, ya que abajo, anclada en el suelo de la calle una luz les enfoca. Un niño se asoma al balcón. El grupo de amigos parece formar un rombo y es el ciclista el más retrasado. El niño tiene unos cuatro años, y cuando pasan bajo su balcón les dice hola y les saluda con la manita. Los hombres le miran por un momento y le devuelven el saludo con la mano